Esta mañana el café tiene un sabor
diferente .Hoy ha sonado como cada día el
despertador y al apagarlo me he dado cuenta que es mi cumpleaños. Como desde
hace ya muchos años nadie se percatará de ello. Ya las fechas no me dicen nada,
no tengo nada que celebrar. Atrás quedó ese tiempo en el que esperaba con
ilusión a despertar y sentir ese primer beso del día que era motivo de
celebración.
Con cada sorbo voy recordando
esos momentos de mi vida que me han marcado, cada una de estas arrugas que puedo ver al mirarme
al espejo podrían contar tantas cosas. Aquella María que en un tiempo sonreía
ha desaparecido, no queda ya ni rastro de ella. Me miro en el espejo y casi no
puedo recordar como era mi rostro cuando era feliz. ¿Pero alguna vez había sido
plenamente feliz?
Vienen a mi mente esos recuerdos de mi niñez. La pequeña de cinco hermanos varones que llegó
por casualidad cuando nadie en casa lo esperaba. Incluso mi hermano mayor, del
que me separan 20 años de diferencia, le dijo a mi madre que cómo se le había
ocurrido tenerme con su edad. Mientras que para cualquier niño su infancia es
el recuerdo más bonito de su vida, yo sólo recuerdo el tener que crecer demasiado
rápido para ocuparme de la casa. Mi madre
desde el momento que vio que yo ya era lo suficientemente mayor para
ocuparme de todo, comenzó a sentirse con mayor frecuencia mal, sus nervios como
ella decía. Se acostaba y podía pasarse el día en la cama mientras yo con ocho
años hacia de la mejor manera que podía ese papel de ama de casa. Ni mi padre,
ni mis hermanos me lo agradecieron nunca. Se acostumbraron a la situación, esa
era mi misión .Maduré demasiado rápido sin saborear esos años de juegos, de risas,
de complicidad con las otras niñas de mi
edad .Fui creciendo, mis padres ya no estaban y mis hermanos fueron yéndose a
vivir su propia vida. Allí me quede yo, aún
sintiendo repicar muchas veces en mi cabeza la frase de mi hermano ¿Cómo
se les ocurrió tenerme?
Tal vez toque con los dedos la felicidad
cuando le conocí. Me enamoré desde el mismo
instante en que le vi. Tenía 20 años y por primera vez me sentí
querida, sus palabras me envolvían y me sentía única, especial. Aún pienso que
todo fue un espejismo, 30 años de matrimonio en los que lo di todo .Yo sólo
veía por sus ojos, fui la esposa que él
quería .Como se moldea un trozo de barro, me fue moldeando a su gusto,
haciendo de mí la mujer que el tenía
desde un principio en su mente. Sin darme cuenta pase de una cárcel a otra de cristal,
pase de cuidar a mi madre a cuidarle a él. No hacia falta que pidiera nada, yo ya le tenía todo listo.
Creía que para ser feliz debía ser la
perfecta ama de casa, que cuando llegara nada le importunara .Me dediqué en
cuerpo y alma a él, olvidándome de mí, olvidándome de que debía vivir por y
para mí también. Y un buen día mientras cenábamos me miró y de sus labios salio
un simple lo siento María pero me he enamorado de otra mujer .Cerré los
ojos pensando que era un sueño .María,
no te preocupes, ábrelos de nuevo y verás que estás dormida, nada de esto está
sucediendo .Pero no era un sueño, me estaba mirando. Siempre se quedará grabada en mi memoria sus ojos.Se
me cayó la venda que tanto tiempo había tapado la realidad y vi que en sus ojos
no había ya ni cariño, ni ningún otro sentimiento hacia mí. Me estaba mirando
como quien mira a un extraño. En eso nos habíamos convertido, en dos extraños .Siguió
hablando, intentando explicarme, pero ni le oía, sólo una pregunta me martilleaba una y otra vez,
por qué, por qué…
Se fue, de un plumazo desaparecieron 30 años juntos. Comenzó
su vida con otra persona que según él le aportaba lo que yo ya hacía tiempo no
le daba. Se fue y de nuevo volví a sentirme sola, sola y con esa amarga sensación
de que todo lo que pasaba era por mi culpa. Había fracasado en todos los
aspectos: como mujer, como madre. Me
sentía vacía por dentro sin poder sentir ni expresar ningún sentimiento. Es
duro enfrentarse a la vida llevando siempre sobre tus hombros la sensación de
ser una perdedora, de no valorarte. Con el tiempo te acostumbras a la soledad,
a llegar a tu casa y que el silencio sea tu única compañía. No sólo me
acostumbré, si no que abandoné ya toda esperanza de poder salir de esa
oscuridad y de ese silencio. De ese mundo de soledad que cada día se me hacía
más cuesta arriba. Serían ya mis únicos compañeros de viaje. Pasé a ser una autómata,
siempre las mismas cosas, siempre encerrada en mí.
Pero hoy es mi cumpleaños y siento la necesidad de no pasarlo sola. Abro
mi armario en busca de algo de ropa, quiero que el día
sea distinto .Lo necesito. Hace ya tanto que no me miro en el espejo y me
arreglo. Hoy quiero arreglarme para mí, por primera vez en estos años voy a
hacer algo por y para mí. Rebusco entre mis cosas y doy con aquella camisa blanca de seda, aún recuerdo el día que la compré y me la puse
para celebrar nuestro aniversario.Fue la última vez que me dijo que me veía
guapa. Me vestí lentamente, cuidando cada detalle. Me voy maquillando, voy pasando la barra de labios por ellos como si
los estuviera acariciando. Cuanto hacía que otros labios no me habían besado.
Me peiné y decidí salir a la calle sin
rumbo. Sólo sentía la necesidad de no estar sola. Deambulé por las calles
acompañada de mis pensamientos. Evoqué recuerdos que parecían haberse perdido
en algún rincón de mi mente. En el paseo marítimo aún seguía aquella vieja
terraza, recordaba todas y cada una de las horas que allí había pasado sentada,
contemplando el mar mientras esperaba que saliera de su trabajo. No había nunca
más vuelto allí, pero hoy seria todo distinto, no más miedos a recordar, no más
intentar borrar el pasado. Me senté y pedí un café que fui tomando mientras me entretenía mirando a la gente que pasaba por delante. En
ese instante giré la cabeza y fue cuando le vi allí sentado en una mesa cerca a
la mía .Me estaba mirando y en su rostro había una sonrisa. Era joven,
interesante y sobre todo transmitía tanta seguridad en si mismo. Toda la seguridad que yo había ido perdiendo con los años.Por un
instante cerré los ojos y ya no me llegaba el olor a salitre que hasta ese
momento envolvía todo, era su colonia,
su fragancia la que se percibía. Llegue incluso a sonrojarme, pero le mantuve la mirada.El brillo de su mirada y el color de sus ojos lo llenaban todo . Había algo en él que
hacía que no pudiera resistirme a seguir mirándolo. Se levantó y se sentó a mi lado, ni me
molestó su osadía porque en el fondo era lo que estaba deseando. Se presentó y comencé
a repetir en mi cabeza su nombre. Iniciamos una conversación trivial,
presentaciones, algún halago, pero no
podía dejar de preguntarme por qué en mi mesa, por qué me ha elegido a mí. Y de
mi boca sin más salio la pregunta. Su respuesta me estremeció. Por tu mirada
tan triste. Había algo mágico en este encuentro, me sentía arropada, segura. Cuánto hacía que no
me sentía sencillamente mujer. Hablamos durante horas, me escuchaba y sentía
que por fin a alguien le interesaba lo que yo decía, lo que yo sentía. El ser
dos desconocidos hizo que me mostrara tal como soy, no
necesitaba demostrar nada, sólo necesitaba que
alguien durante un instante me hiciera sentir de nuevo viva .María estás
viva, aun un hombre puede fijarse en ti. Sólo estaba de paso, pasaría unas horas
en la ciudad y regresaría a su casa. No quise que me contara más, sabía de él lo
necesario. Sólo deseaba que compartiéramos esas horas, no quiero más,no pido más. Sencillamente lo único que necesito
durante unas horas es volver a sentir como me mira un hombre, sentir sus manos acariciándome,
sentirme deseada. Volver a estremecerme al sentir piel con piel. Quedarme con
el recuerdo de ese momento.
Nos fuimos a mi casa, no hizo
falta ni hablarlo, los dos sabíamos de sobra que pasaría sin más. Con la mirada
nos lo íbamos diciendo todo.Continuará…
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