jueves, 2 de enero de 2014

ESTA MAÑANA


 Esta mañana el café tiene un sabor diferente .Hoy ha sonado  como cada día el despertador y al apagarlo me he dado cuenta que es mi cumpleaños. Como desde hace ya muchos años nadie se percatará de ello. Ya las fechas no me dicen nada, no tengo nada que celebrar. Atrás quedó ese tiempo en el que esperaba con ilusión a despertar y sentir ese primer beso del día que era motivo de celebración.
Con cada sorbo voy recordando esos momentos de mi vida que me han marcado, cada  una de estas arrugas que puedo ver al mirarme al espejo podrían contar tantas cosas. Aquella María que en un tiempo sonreía ha desaparecido, no queda ya ni rastro de ella. Me miro en el espejo y casi no puedo recordar como era mi rostro cuando era feliz. ¿Pero alguna vez había sido plenamente feliz?
   Vienen a mi mente esos recuerdos de mi niñez.  La pequeña de cinco hermanos varones que llegó por casualidad cuando nadie en casa lo esperaba. Incluso mi hermano mayor, del que me separan 20 años de diferencia, le dijo a mi madre que cómo se le había ocurrido tenerme con su edad. Mientras que para cualquier niño su infancia es el recuerdo más bonito de su vida, yo sólo recuerdo el tener que crecer demasiado rápido para ocuparme de la casa. Mi madre  desde el momento que vio que yo ya era lo suficientemente mayor para ocuparme de todo, comenzó a sentirse con mayor frecuencia mal, sus nervios como ella decía. Se acostaba y podía pasarse el día en la cama mientras yo con ocho años hacia de la mejor manera que podía ese papel de ama de casa. Ni mi padre, ni mis hermanos me lo agradecieron nunca. Se acostumbraron a la situación, esa era mi misión .Maduré demasiado rápido sin saborear esos años de juegos, de risas, de  complicidad con las otras niñas de mi edad .Fui creciendo, mis padres ya no estaban y mis hermanos fueron yéndose a vivir su propia vida. Allí me quede yo, aún  sintiendo repicar muchas veces en mi cabeza la frase de mi hermano ¿Cómo se les ocurrió tenerme?
 Tal vez toque con los dedos la felicidad cuando le conocí. Me enamoré desde  el mismo instante en  que le  vi. Tenía 20 años y por primera vez me sentí querida, sus palabras me envolvían y me sentía única, especial. Aún pienso que todo fue un espejismo, 30 años de matrimonio en los que lo di todo .Yo sólo veía por sus ojos, fui  la esposa que él quería .Como se moldea un trozo de barro, me fue moldeando a su gusto, haciendo  de mí la mujer que el tenía desde un principio en su mente. Sin darme cuenta pase de una cárcel a otra de cristal, pase de cuidar a mi madre a cuidarle a él. No hacia falta  que pidiera nada, yo ya le tenía todo listo. Creía que para  ser feliz debía ser la perfecta ama de casa, que cuando llegara nada le importunara .Me dediqué en cuerpo y alma a él, olvidándome de mí, olvidándome de que debía vivir por y para mí también. Y un buen día mientras cenábamos me miró y de sus labios salio un simple lo siento María pero me he enamorado de otra mujer .Cerré los ojos  pensando que era un sueño .María, no te preocupes, ábrelos de nuevo y verás que estás dormida, nada de esto está sucediendo .Pero no era un sueño, me estaba mirando. Siempre  se quedará grabada en mi memoria sus ojos.Se me cayó la venda que tanto tiempo   había tapado la realidad y vi que en sus ojos no había ya ni cariño, ni ningún otro sentimiento hacia mí. Me estaba mirando como quien mira a un extraño. En eso nos habíamos convertido, en dos extraños .Siguió hablando, intentando explicarme, pero ni le oía, sólo  una pregunta me martilleaba una y otra vez, por qué, por qué…
 Se fue, de  un plumazo desaparecieron 30 años juntos. Comenzó su vida con otra persona que según él le aportaba lo que yo ya hacía tiempo no le daba. Se fue y  de nuevo volví  a sentirme sola, sola y con esa amarga sensación de que todo lo que pasaba era por mi culpa. Había fracasado en todos los aspectos: como mujer, como  madre. Me sentía vacía por dentro sin poder sentir ni expresar ningún sentimiento. Es duro enfrentarse a la vida llevando siempre sobre tus hombros la sensación de ser una perdedora, de no valorarte. Con el tiempo te acostumbras a la soledad, a llegar a tu casa y que el silencio sea tu única compañía. No sólo me acostumbré, si no que abandoné ya toda esperanza de poder salir de esa oscuridad y de ese silencio. De ese mundo de soledad que cada día se me hacía más cuesta arriba. Serían ya mis únicos compañeros de viaje. Pasé a ser una autómata, siempre las mismas cosas, siempre encerrada en mí.
   Pero hoy es mi cumpleaños y siento la necesidad de no pasarlo sola. Abro mi armario en busca de algo de ropa, quiero que  el  día sea distinto .Lo necesito. Hace ya tanto que no me miro en el espejo y me arreglo. Hoy quiero arreglarme para mí, por primera vez en estos años voy a hacer algo por y para mí. Rebusco entre mis cosas y doy con  aquella camisa blanca de seda, aún  recuerdo el día que la compré y me la puse para celebrar nuestro aniversario.Fue la última vez que me dijo que me veía guapa. Me vestí lentamente, cuidando cada detalle. Me voy maquillando, voy  pasando la barra de labios por ellos como si los estuviera acariciando. Cuanto hacía que otros labios no me habían besado. Me peiné  y decidí salir a la calle sin rumbo. Sólo sentía la necesidad de no estar sola. Deambulé por las calles acompañada de mis pensamientos. Evoqué recuerdos que parecían haberse perdido en algún rincón de mi mente. En el paseo marítimo aún seguía aquella vieja terraza, recordaba todas y cada una de las horas que allí había pasado sentada, contemplando el mar mientras esperaba que saliera de su trabajo. No había nunca más vuelto allí, pero hoy seria todo distinto, no más miedos a recordar, no más intentar borrar el pasado. Me senté y pedí un café que fui tomando mientras me entretenía  mirando a la gente que pasaba por delante. En ese instante giré la cabeza y fue cuando le vi allí sentado en una mesa cerca a la mía .Me estaba mirando y en su rostro había una sonrisa. Era joven, interesante y sobre todo transmitía tanta seguridad en si mismo. Toda la seguridad que yo había ido perdiendo con los años.Por un instante cerré los ojos y ya no me llegaba el olor a salitre que hasta ese momento envolvía todo, era  su colonia, su fragancia la que se percibía. Llegue incluso a sonrojarme, pero  le mantuve la mirada.El brillo de su mirada y el color de sus ojos lo llenaban todo . Había algo en él que hacía que no pudiera  resistirme a seguir mirándolo. Se levantó y se sentó a mi lado, ni me molestó su osadía porque en el fondo era lo que estaba deseando. Se presentó y comencé a repetir en mi cabeza su nombre. Iniciamos una conversación trivial, presentaciones, algún halago, pero  no podía dejar de preguntarme por qué en mi mesa, por qué me ha elegido a mí. Y de mi boca sin más salio la pregunta. Su respuesta me estremeció. Por tu mirada tan triste. Había algo mágico en este encuentro, me  sentía arropada, segura. Cuánto hacía que no me sentía sencillamente mujer. Hablamos durante horas, me escuchaba y sentía que por fin a alguien le interesaba lo que yo decía, lo que yo sentía. El ser dos desconocidos hizo  que me mostrara tal como soy, no necesitaba demostrar nada, sólo necesitaba que  alguien durante un instante me hiciera sentir de nuevo viva .María estás viva, aun un hombre puede fijarse en ti. Sólo estaba de paso, pasaría unas horas en la ciudad y regresaría a su casa. No quise que me contara más, sabía de él lo necesario. Sólo deseaba que compartiéramos esas horas, no quiero más,no pido más. Sencillamente lo único que necesito durante unas horas es volver a sentir como me mira un hombre, sentir sus manos acariciándome, sentirme deseada. Volver a estremecerme al sentir piel con piel. Quedarme con el recuerdo de ese momento.
Nos fuimos a mi casa, no hizo falta ni hablarlo, los dos sabíamos de sobra que pasaría sin más. Con la mirada nos lo íbamos diciendo todo.Continuará…



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